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martes, 23 de mayo de 2017

POR QUÉ LA X EN EL NOMBRE DE MÉXICO






Por Carlos Valdés Martín


Siendo tema de la gramática, la colocación de una “X” en mitad de la palabra México posee una versión histórica y otra más misteriosa, con acento de romance. Hubo un calendario legendario que no conocía la grafía de la “X”, incluso hoy hemos olvidado esos sorprendentes signos.
La antigua tribu náhuatl luchaba en desventaja y hasta padecía muy próxima a su desaparición física, decidió vivir por la misión que le dio nueva existencia. A sugerencia de su dios —recordado como un colibrí izquierdo— había una hazaña por cumplir y ese ideal fue convertir a la serpiente material (de escamas, colmillo y veneno espantosos) en alas de ave etérea (unión de quetzal, águila y colibrí celestes). Esa conversión arrancó una residencia perpetua sobre el sitio más bello entre las aguas (el deslumbrante Valle de Anáhuac, luego llamado “de México”)[1] era complementaria con una búsqueda más elevada que los identificaba con el águila que era el único animal capaz de acercarse a su dios Sol.
El gráfico de la letra “X” defendida por Servando Teresa de Mier,[2] como la capaz en exclusiva para representar el nombre de esta nación renacida tras la Independencia, posee un centro tan pequeño que permanece oculto, pero nos conduce hacia un foco de evidencias. Ese modo de escribir con “X” ahora nos resulta una casualidad, pues desconocemos el trasfondo de un origen que sí existió. Desconocer el origen es permanecer huérfanos, en gran medida, tal ignorancia resulta una herida. ¿De dónde venimos? Un antiguo códice representa al centro del Anáhuac mediante un cruce de aguas, marcando pictográficamente una letra “X”. Esa letra dibujada es una misteriosa anticipación del futuro, plasmada en la lámina del Códice Mendocino de 1540, que señala la fecha de la fundación. Hermosa página donde todavía se conserva el arte originario de escritura simbólica de los antiguos tlacuilos —los hábiles pintores de códices. 



La mínima población que sobrevivió tras difíciles travesías nos exige preguntar ¿cómo se convirtió en la cabeza de una nueva nación? La explicación proviene de la integración rápida y enérgica de los pueblos parientes, pues la fusión entre vecinos nahuas la que explica el prodigioso crecimiento de Tenochtitlán. Esa integración vertiginosa fue la conversión rápida de los nahuas (próximos) en mexicas, bien identificados y dispuestos a cumplir una misión importante. La leyenda de Huitzilopochtli, naciendo armado y derrotando a su hermana, demuestra míticamente esa situación; los dirigentes mexicas adoptaron y convirtieron a sus 400 hermanos nahuas: eso no es una cifra sino una alegoría de lo incontable, cual estrellas de la noche. Esos 400 dispersos y laxos hermano se convirtieron en un cuerpo colectivo, en la nación guerrera y religiosa de los aztecas. Acontece una triple alianza entre Sol, Luna y Estrellas, en otros términos, unión activa de luz, tiniebla y amanecer.
Existe otro símbolo pictórico cargado de dinámica que se aproxima más a la “X” y aparece colocado al centro del más importante Calendario Azteca. El signo Nahui Ollin también semeja esa grafía, con el significado del Quinto sol. La traducción textual náhuatl sería Cuatro-Nahui Movimiento-Ollin), que se traduciría como el "sol de movimiento". De modo sorprendente la sucesión de los otros soles corresponde con la misma concepción de los elementos manejada por la antigüedad de Occidente y el ancestral Tao de China; que los griegos denominaban los “elementos”: aire, fuego, agua y tierra. Pero el Quinto representa el movimiento, que cabría aparejar con la sutileza de la quintaesencia pitagórica o alquimista. En muchas representaciones del Nahui Ollin náhuatl resulta muy clara la unión de cuatro elementos primordiales y su atado en un centro, para representar a ese peculiar signo de movimiento; es decir, resulta una “X” forjada con los 4 elementos y con un corazón latiendo, su unión en el movimiento.




¿Cuál fue esa luz que integró a los pueblos del Valle de México? La respuesta errónea y pedestre sería la violencia descarnada de los vencedores; pero es un razonamiento inverosímil si aceptamos que los emigrantes aztecas comenzaron siendo un puñado. La respuesta sublime revela la unificación por una cultura superior vestida de religión y flanqueada por la coerción. Una respuesta compleja repite el símbolo cultura por excelencia de esa época: Quetzalcóatl que integra la ferocidad de la serpiente cascabel con la sublimidad del pájaro Quetzal, la más bella entre las aves Mesoamericanas. Además, ninguna sociedad alcanza grandeza sin integración, el secreto de los aztecas era su fórmula para integrar, ya sea con el pacto de alianza o con la victoria militar. Esto es otra manera de indicar que la “X” debe poseer un centro (magnético y oculto) que sea capaz de reunir los opuestos: encanto y fuerza, espíritu y materia.
Hacia el año 1325 (según cuentas cristianas), cerca del solsticio de verano, un puñado de sobrevivientes del desierto encontró ese signo y motivos para convertir sus “costales de huesos” en una apoteosis. El solsticio marcaba la plenitud de ese Sol de movimiento, el Nahui Ollin. Ahí, en ese islote y bajo los augurios del águila, los líderes aztecas indicaron un sitio para fundar su residencia nueva y eterna (términos que para la conciencia descuidada parecieran permanecer desconectados: la irrupción de lo nuevo y la permanencia de lo eterno). Los ecos de esa decisión para aferrarse al pequeño islote y convertirlo en el eje de una nueva nación siguen repercutiendo a través de centurias.
Pronto se cumplirán setecientos años de ese acontecimiento, revelando que hay terremotos que siguen vibrando a través de los siglos. Al buen entendedor le basta una “X” para resolver el misterio de una nación.

NOTAS:

[1] Para darse una idea de la magnificencia de ese Valle de Anáhuac bajo las condiciones naturales y antes de la urbanización caótica, deben leerse las impresiones de los viajeros que por primera vez lo contemplaban, tal como se relata en Visión de Anáhuac de Alfonso Reyes.
[2] Su consideración como “Fray” para indicar su condición de eclesiástico católico resulta irónica pues fue procesado por la Inquisición y su vida adulta la surcó bajo una rebeldía indomable, que contribuyó a formar el México independiente.

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