Por
Carlos Valdés Martín
Siendo tema de la
gramática, la colocación de una “X” en mitad de la palabra México posee una
versión histórica y otra más misteriosa, con acento de romance. Hubo un
calendario legendario que no conocía la grafía de la “X”, incluso hoy hemos
olvidado esos sorprendentes signos.
La antigua tribu
náhuatl luchaba en desventaja y hasta padecía muy próxima a su desaparición
física, decidió vivir por la misión que le dio nueva existencia. A sugerencia
de su dios —recordado como un colibrí izquierdo— había una hazaña por cumplir y
ese ideal fue convertir a la serpiente material (de escamas, colmillo y veneno
espantosos) en alas de ave etérea (unión de quetzal, águila y colibrí celestes).
Esa conversión arrancó una residencia perpetua sobre el sitio más bello entre
las aguas (el deslumbrante Valle de Anáhuac, luego llamado “de México”)[1]
era complementaria con una búsqueda más elevada que los identificaba con el
águila que era el único animal capaz de acercarse a su dios Sol.
El gráfico de la letra
“X” defendida por Servando Teresa de Mier,[2]
como la capaz en exclusiva para representar el nombre de esta nación renacida
tras la Independencia, posee un centro tan
pequeño que permanece oculto, pero nos conduce hacia un foco de evidencias.
Ese modo de escribir con “X” ahora nos resulta una casualidad, pues
desconocemos el trasfondo de un origen que sí existió. Desconocer el origen es permanecer
huérfanos, en gran medida, tal ignorancia resulta una herida. ¿De dónde venimos?
Un antiguo códice representa al centro del Anáhuac mediante un cruce de aguas,
marcando pictográficamente una letra “X”.
Esa letra dibujada es una misteriosa anticipación del futuro, plasmada en la
lámina del Códice Mendocino de 1540, que señala la fecha de la fundación.
Hermosa página donde todavía se conserva el arte originario de escritura
simbólica de los antiguos tlacuilos
—los hábiles pintores de códices.
La mínima población que
sobrevivió tras difíciles travesías nos exige preguntar ¿cómo se convirtió en
la cabeza de una nueva nación? La explicación proviene de la integración rápida
y enérgica de los pueblos parientes, pues la fusión entre vecinos nahuas la que
explica el prodigioso crecimiento de Tenochtitlán. Esa integración vertiginosa fue
la conversión rápida de los nahuas (próximos)
en mexicas, bien identificados y dispuestos a cumplir una misión importante. La
leyenda de Huitzilopochtli, naciendo armado y derrotando a su hermana, demuestra
míticamente esa situación; los dirigentes mexicas adoptaron y convirtieron a sus 400 hermanos nahuas: eso
no es una cifra sino una alegoría de lo incontable, cual estrellas de la noche.
Esos 400 dispersos y laxos hermano se convirtieron en un cuerpo colectivo, en
la nación guerrera y religiosa de los aztecas. Acontece una triple alianza
entre Sol, Luna y Estrellas, en otros términos, unión activa de luz, tiniebla y
amanecer.
Existe otro símbolo
pictórico cargado de dinámica que se aproxima más a la “X” y aparece colocado
al centro del más importante Calendario Azteca. El signo Nahui Ollin también semeja
esa grafía, con el significado del Quinto sol. La traducción textual náhuatl
sería Cuatro-Nahui Movimiento-Ollin), que se traduciría como el "sol de
movimiento". De modo sorprendente la sucesión de los otros soles
corresponde con la misma concepción de los elementos manejada por la antigüedad
de Occidente y el ancestral Tao de China; que los griegos denominaban los
“elementos”: aire, fuego, agua y tierra. Pero el Quinto representa el movimiento,
que cabría aparejar con la sutileza de la quintaesencia pitagórica o
alquimista. En muchas representaciones del Nahui Ollin náhuatl resulta muy
clara la unión de cuatro elementos primordiales y su atado en un centro, para
representar a ese peculiar signo de movimiento; es decir, resulta una “X”
forjada con los 4 elementos y con un corazón latiendo, su unión en el
movimiento.
¿Cuál fue esa luz que
integró a los pueblos del Valle de México? La respuesta errónea y pedestre
sería la violencia descarnada de los vencedores; pero es un razonamiento
inverosímil si aceptamos que los emigrantes aztecas comenzaron siendo un
puñado. La respuesta sublime revela la unificación por una cultura superior
vestida de religión y flanqueada por la coerción. Una respuesta compleja repite
el símbolo cultura por excelencia de esa época: Quetzalcóatl que integra la
ferocidad de la serpiente cascabel con la sublimidad del pájaro Quetzal, la más
bella entre las aves Mesoamericanas. Además, ninguna sociedad alcanza grandeza
sin integración, el secreto de los aztecas era su fórmula para integrar, ya sea
con el pacto de alianza o con la victoria militar. Esto es otra manera de
indicar que la “X” debe poseer un centro (magnético y oculto) que sea capaz de
reunir los opuestos: encanto y fuerza, espíritu y materia.
Hacia el año 1325
(según cuentas cristianas), cerca del solsticio de verano, un puñado de
sobrevivientes del desierto encontró ese signo y motivos para convertir sus
“costales de huesos” en una apoteosis. El solsticio marcaba la plenitud de ese
Sol de movimiento, el Nahui Ollin. Ahí, en ese islote y bajo los augurios del
águila, los líderes aztecas indicaron un sitio para fundar su residencia nueva
y eterna (términos que para la conciencia descuidada parecieran permanecer
desconectados: la irrupción de lo nuevo y la permanencia de lo eterno). Los
ecos de esa decisión para aferrarse al pequeño islote y convertirlo en el eje
de una nueva nación siguen repercutiendo a través de centurias.
Pronto se cumplirán
setecientos años de ese acontecimiento, revelando que hay terremotos que siguen
vibrando a través de los siglos. Al buen entendedor le basta una “X” para
resolver el misterio de una nación.
NOTAS:
[1]
Para darse una idea de la magnificencia de ese Valle de Anáhuac bajo las
condiciones naturales y antes de la urbanización caótica, deben leerse las
impresiones de los viajeros que por primera vez lo contemplaban, tal como se
relata en Visión de Anáhuac de
Alfonso Reyes.
[2]
Su consideración como “Fray” para indicar su condición de eclesiástico católico
resulta irónica pues fue procesado por la Inquisición y su vida adulta la surcó
bajo una rebeldía indomable, que contribuyó a formar el México independiente.
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